Antes de responder la pregunta, es necesario revisar la historia de los nexos entre Marruecos e Israel, los cuales, vale la pena recordarlo, no son oficiales (no hay relaciones diplomáticas establecidas), ni tampoco tienen una gran profundidad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el sultán Mohammed V enfrentó a las potencias dominantes y desafió al nazismo. En aquel entonces, el líder marroquí declaró, ante estupefactos periodistas:
“No apruebo, para nada, las nuevas leyes anti-judíos y rechazo asociarme a una medida que desapruebo. Les informo que, como en el pasado, los israelíes seguirán bajo mi protección”.
Aquellas palabras eran un reflejo de la permanente postura, de Mohammed V, de no solo oponerse a leyes que menoscabaran los derechos de los judíos, sino que también de defenderlos e incluso negarse a darle una lista de ciudadanos marroquíes judíos al mariscal Philippe Petain (régimen de Vichy). Durante la década de 1940, el sultán expresaría su rechazo a medidas sectarias o discriminatorias:
“Acá no hay judíos. Solo hay marroquíes”.
La historia es aún más antigua, ya que, la presencia judía en el norte de África se remonta a más de 2.000 años. Sin embargo, tras la expulsión de judíos desde España, importantes asentamientos se registraron en el Magreb. En Marruecos, se estima que la colonia judía llegó a tener cerca de 300.000 integrantes y que, en las cercanías de la independencia marroquí, en 1956, el total había bajado, pero seguía siendo bastante importante (280.000 habitantes). Con el paso de las décadas y ante los diversos sucesos geopolíticos de la región y el mundo- fin de la Segunda Guerra Mundial, creación del estado de Israel y Guerra de los Siete Días, entre otros- la población judía emigró de Marruecos y se asentó en Israel, pero también en Francia, Estados Unidos y Canadá. Actualmente, la comunidad de judíos sigue presente en Marruecos, pero con una pequeña representación de unas 2.500 o 3.000 personas, aproximadamente (la colonia judía más numerosa en los países del “mundo árabe”).
Entre otros reconocimientos, el matrimonio judío es oficial en Marruecos, el rey Mohammed VI pidió que la Shoah (“Holocausto”) sea parte de los textos escolares y existen 54 sinagogas en todo el territorio marroquí. Mohammed VI, actual rey, ha fomentado el diálogo entre civilizaciones y religiones, lo cual ha quedado de manifiesto con diferentes medidas adoptadas por el monarca. En 2020, se inauguró la nueva Beyt Dakira (“Casa de la Memoria”), que es una prueba viva del patrimonio cultural judío en Marruecos y, específicamente, en Essaouira. Además, Mohammed VI anunció, en 2019, la construcción de un Museo de la Cultura Judía en Fez y ha restaurado sinagogas, cementerios y antiguos barrios judíos. Estos proyectos se deben sumar a otros desarrollados antes de la llegada al trono del actual monarca. De hecho, su padre, Hassan II, inauguró, en 1997, el Museo del Judaísmo Marroquí de Casablanca. Cabe mencionar que estos proyectos (museos) son inéditos en el “mundo árabe”. Por último, no se debe olvidar que André Azoulay, consejero real de Hassan II y Mohammed VI es parte de la comunidad judía marroquí.
¿Un acercamiento imposible?
Mirando hacia atrás, lo más cercano a un acercamiento entre Marruecos e Israel fue el acuerdo de intercambiar oficinas de enlace, iniciativa que se llevó a cabo entre 1994 y 2000 (con una sede marroquí en Jerusalén y otra israelí en Rabat). Con el inicio de la Segunda Intifada, el recientemente entronizado Mohammed VI congeló dicho acercamiento, que, en realidad, era un legado de su padre, Hassan II.
A pesar de lo expresado en el párrafo anterior y de los vínculos históricos mencionados previamente, parece ser improbable que Marruecos establezca relaciones diplomáticas con Israel. Al respecto, hay varios motivos que explicarían la postura marroquí sobre este asunto.
Primero, el rey Mohammed VI ha optado por una política estatal de permanente apoyo a Palestina y, particularmente, hacia la población palestina. De hecho, Marruecos es uno de los países que más apoya a Palestina y, como demostración de aquello, rechazó, oficialmente, el “acuerdo del siglo” propuesto por Donald Trump en 2020. Además, la causa palestina es muy popular entre la población marroquí y, en una época de demandas sociales en el Magreb -incluyendo a Marruecos-, un eventual acercamiento con Israel sería muy mal visto y, seguramente, generaría protestas masivas en las calles de las grandes ciudades marroquíes. Por último, si bien es el monarca quien tiene la palabra final en este tipo de asuntos, es importante recordar que el Partido por la Justicia y el Desarrollo (PJD, islamista) tiene a su cargo el actual gobierno marroquí y su postura, respecto de Palestina, es de total rechazo a Israel.
Luego, desde un punto de vista estrictamente diplomático, Marruecos y Palestina han compartido reconocimientos mutuos. Mientras la monarquía marroquí defiende el derecho a tener un estado palestino, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) apoya la integridad territorial de Marruecos. Por ende, ya en términos más conceptuales, el nexo entre las dos partes se convierte en una relación de tipo “win-win”, lo cual permite concluir que sería poco probable mover piezas que generen un desajuste en el vínculo y en los intereses de los dos estados involucrados.
Relacionado con lo anterior, no se debe olvidar que Marruecos enfrenta, en términos diplomáticos, a Argelia y al Polisario. Esto último, por el siempre complejo conflicto del Sahara Occidental. En este contexto, cabe consignar que la diplomacia marroquí ha obtenido grandes éxitos en las últimas décadas -apoyo de diversos países, disminución de la cantidad de estados que reconocen a la autodenominada República Árabe Saharawi Democrática, consolidación del proyecto de autonomía como una vía razonable y regreso a la Unión Africana, entre otros- y siempre se han movido con mucha prudencia en su política exterior. Es así que establecer relaciones diplomáticas con Israel sería un paso hacia atrás en su política exterior respecto del asunto del Sahara. Básicamente, porque Argelia y el Polisario usarían un eventual acercamiento (entre Marruecos e Israel) para demostrar que Marruecos no busca soluciones pacíficas y que avala a estados que realizan ocupación de territorios. En consecuencia, parece imposible que el rey Mohammed VI tome la decisión de generar vínculos diplomáticos con Israel.
Sobre este mismo punto, se ha comentado que a Marruecos le convendría establecer relaciones con Israel, pues así ganaría el apoyo de Estados Unidos. En este tema, cabe resaltar dos hechos. Primero, que el nexo entre Marruecos y Estados Unidos es antiguo y valorado por ambas partes. Segundo, que un eventual sustento estadounidense tampoco cambiaría mucho el panorama en el conflicto del Sahara Occidental. Si se toma en consideración al Consejo de Seguridad de la ONU, es probable que Rusia vete cualquier resolución que busque modificar el actual estado del territorio en disputa, razón por la cual el apoyo de Estados Unidos no sería tan relevante. Junto a lo anterior, Marruecos ha conseguido que su postura sea aceptada o que al menos la mayoría de los países declaren que esperan una solución al interior del marco establecido por la ONU, es decir, ha logrado que casi ningún estado apueste por algún proyecto derechamente contrario a las aspiraciones marroquíes. En paralelo, la única región donde aún debe mejorar su presencia es América Latina y ahí Estados Unidos no tiene gran influencia y menos aún con el actual presidente (Donald Trump). Resumiendo, establecer relaciones diplomáticas con Israel a cambio del apoyo de Estados Unidos en el asunto del Sahara Occidental parece ser una estrategia con la cual Marruecos ganaría poco y perdería mucho.
Finalmente, no se debe dejar a un lado que Emiratos Árabes ya confirmó las relaciones diplomáticas con Israel y que Arabia Saudita tiene buena comunicación con la parte israelí. A eso se debe sumar el hecho que Bahrein -un permanente aliado de Arabia Saudita- también firmó el establecimiento de vínculos diplomáticos con Israel. Esto adquiere gran relevancia, pues Marruecos ha tenido tensos momentos, durante los últimos años, con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, razón por la cual resulta poco probable que Mohammed VI decida sumarse a una iniciativa liderada por dos estados con los cuales no tiene, actualmente, un buen vínculo a nivel diplomático.
Comentarios finales y proyecciones
La densidad y frecuencia de las relaciones entre Marruecos e Israel no debería variar mucho, ya que la postura marroquí está muy clara. Primero, en su política exterior (apostar por el multilateralismo y las soluciones bajo el aval de la ONU) y, segundo, la diplomacia marroquí ha dejado en claro que no tiene una posición beligerante, respecto de Israel, pero que tampoco se sentará a dialogar en la medida que no cesen las colonias israelíes, que no se reconozca a Palestina como estado (con los límites previos a 1967) y que Jerusalén Este no sea establecida como capital de Palestina.
En este sentido, lo esperable es que se mantengan los vínculos “secretos” en asuntos como inteligencia, armamento o agricultura y que, eventualmente, en el futuro más lejano, se genere un acuerdo para tener vuelos directos entre Marruecos e Israel. Sobre esto último, el establecimiento de vuelos comerciales no sería contradictorio, ni tampoco una demostración de un acercamiento entre ambas partes, y mantendría la línea histórica de las relaciones entre Marruecos e Israel. La única gran diferencia es que sería una medida con menos “secretismo”, pero entendiendo que se trata más bien de un asunto de nexos históricos entre poblaciones judías viviendo en Marruecos y ciudadanos israelíes de origen marroquí. Esto último, cabe resaltarlo, es la base de la relación entre ambas partes y, por ende, más que un vínculo entre estados es uno que se lleva a cabo entre grupos específicos de la población de uno y otro país. Además, en el caso de Marruecos, no busca establecer relaciones diplomáticas con un estado (Israel), sino que reivindicar y mantener un elemento histórico (el judaísmo) de la cultura marroquí.
Respecto del comercio, no sería raro ver un aumento en los intercambios entre Marruecos e Israel, así como tampoco sería extraño que se avanzara, siempre en forma acotada y secreta, en la eventual cooperación en temas como seguridad y lucha contra la desertificación.
Finalmente, no se debe olvidar que, ad portas de la elección presidencial en Estados Unidos, Donald Trump ha volcado su política exterior hacia temas complejos como el conflicto palestino-israelí y el litigio marítimo entre Líbano e Israel. En consecuencia, queda la sensación que, por ahora, los acercamientos con Israel son parte de la campaña presidencial de Trump y no reflejan, hasta ahora, un cambio en la política exterior estadounidense sobre Medio Oriente. En este contexto, es evidente que Marruecos tomará en cuenta eso y será aún más precavido.
Raimundo Gregoire Delaunoy
@Ratopado
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