“Es la locura aquí”, me dijo por Facebook un joven palestino que vive en Belén. Aunque distante a 86 kilómetros, en Cisjordania se respira un clima tenso debido a los ataques en Gaza. Esa estrecha franja de tierra, de apenas 360 kilómetros cuadrados, es el lugar más densamente poblado del planeta. Allí, su millón y medio de habitantes trata de sobrevivir en medio de la destrucción, el hambre y el miedo.
Nicole Saffie Guevara | 3 de enero, 2008
Claro que la historia de violencia que afronta este territorio no se acota al actual ataque israelí, sino que se remonta a varias décadas atrás. Con la creación del Estado de Israel en 1948, Gaza y Cisjordania se transformaron en los últimos retazos que quedaron de la Palestina histórica, donde se establecieron miles de refugiados, quienes huyeron de la violencia o fueron expulsados de sus hogares por el ejército israelí.
Casi dos décadas más tarde, en la Guerra de los Seis días de 1967, Israel cruzó la llamada “línea verde” o frontera con Gaza y Cisjordania, tomando posesión de ambos territorios. Sólo con los Acuerdos de Oslo, a principios de los noventa, se creó la Autoridad Nacional Palestina, entidad que estaría a cargo de ambas zonas. Sin embargo, en la práctica se trataba de un control bastante limitado, acotado sólo a un cuerpo policial y al poder administrativo. Las fronteras, la fuerza militar y el espacio aéreo y marítimo, permanecían en manos israelíes.
Con el fracaso de Oslo, debido a una serie de incumplimientos en la implementación del acuerdo, sobrevivino la frustración del pueblo palestino. Y con ella, la segunda Intifada o levantamiento popular en el año 2000 (la primera fue en 1987), a raíz de la provocativa visita del entonces líder del partido conservador Likud, Ariel Sharon.
Durante los años de Intifada, la violencia del ejército israelí se hizo sentir sobre la población civil palestina. Proliferaron los check points o puestos de control, que restrigen la libre circulación por el territorio, impidiendo a las personas acudir a sus trabajos, colegios, universidades, visitar a sus parientes e incluso ir al hospital; también fueron cada vez más frecuentes los toques de queda, los embargos de alimentos y comenzó la construcción del muro, aislando a cientos de poblados entre sí y expropiando tierra en forma arbitraria.
Gaza entonces sufrió múltiples ataques, como la destrucción de su puerto y aeropuerto, viviendas y una serie de edificios públicos. A ello se sumó un conjunto de medidas que sólo hacían más insufrible la vida cotidiana, como fue la prohibición de acercarse a la playa. Con varios kilómetros de costa, la gente no podía pescar para aliviar la pobreza de más de 60%, y los niños ni siquiera podían poner un pie en la arena, pese a que el hacinamiento se hace cada vez más insoportable.
La situación pareció aliviarse un tanto en 2005, con el desalojo de los asentamientos judíos y sus 6.900 colonos que vivían en Gaza. Entonces resurgieron las esperanzas en la población de por fin vivir en paz. Sin embargo, la ilusión no duró mucho. Las cosas cambiaron completamente en 2006, con la llegada al poder de Harakat al-Muqáwama al-Islamiya, más conocido como Hamas.
El Movimiento de Resistencia Islámico es una organización nacionalista islamista sunní, que tiene como objetivo el establecimiento de un estado islámico en la región histórica de Palestina (la que comprende el Estado de Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza) con capital en Jerusalén. Gracias a su extendida red de ayuda social -que incluye desde hospitales y escuelas hasta actividades culturales-, Hamas logró imponerse al debilitado Al Fatah, el partido liderado por Yasser Arafat, acusado de corrupción.
Entonces, Israel anunció a los cuatro vientos que no estaba dispuesto a negociar con Hamas, por no considerarlo como un actor válido, lo que terminó por liquidar a la ya moribunda Hoja de Ruta -la iniciativa de paz de Naciones Unidas, Unión Europea, Rusia y Estados Unidos. Luego, las luchas internas por el poder no se hicieron esperar. Ante la negativa del movimiento islámico de formar un gobierno de unidad nacional, en la práctica se crearon dos gobiernos palestinos: uno de Al Fatah en Cisjordania, liderado por Abu Mazen, y el otro de Hamás en Gaza, con Ismail Haniya a la cabeza.
Ante esto, la estrategia de Israel fue aislar completamente a Gaza. Nadie puede entrar ni salir del territorio. Esto no sólo es válido para las personas, sino también para alimentos, materiales de construcción, medicamentos, insumos y toda clase de elementos necesarios para la vida diaria. Con los check points cerrados para cruzar a Israel y la frontera con Egipto clausurada, proliferaron los túneles secretos hacia el vecino árabe. Por allí se dice que no sólo pasan armas para Hamas, sino una serie de productos que se venden en el mercado negro, hciendo un poco más soportable la vida de la población.
Ésta es la situación en que se encontraba Gaza al momento del bombardeo israelí. Israel alega que Hamas transgredió la tregua de paz lanzando cohetes kassam, y con ello, amenazando la seguridad de la población cercana a la frontera. La respuesta fue aplastante: una lluvia de misiles cayó sobre Gaza, destruyendo no sólo bases militares, sino también viviendas, universidades y edificios públicos.
Sin embargo, la razón de fondo va mucho más allá de proteger a la población. Lo que busca Israel es sacar a Hamas del poder, un grupo que desde el principio ha sido visto como una amenaza para la estabilidad del Estado. Y para lograrlo, el Gobierno israelí está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias. Así lo demuestra el llamado a filas a 6.500 reservistas del Ejército y las declaraciones de los altos mandos de que éste es sólo el comienzo.
Por supuesto que Israel no está solo. Como es de costumbre, cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Pese a que el nuevo Presidente, Barack Obama, no ha hecho ninguna declaración pública ante los recientes ataques de Israel, es conocida la postura de Hillary Clinton, su próxima secretaria de Estado, de respaldar las acciones de Israel y de negarse a negociar con Hamas si éste no reconoce a Israel y no abandona la violencia.
Mientras, más de quinientos palestinos inocentes ya han muerto. Y la cifra sigue aumentando cada día. ¿Quién protege a estas personas, cuyo único “pecado” es tratar de sobrevivir? Porque eso es lo que más impresiona de los palestinos: no importa cuántos ataques reciban, cuántos check points cierren sus caminos, cuántos toques de queda limiten su vida cotidiana… ellos siguen ahí, resistiendo, intentando resguardar lo único que les queda: su tierra.
Nicole Saffie Guevara
Periodista y Magíster en Relaciones Internacionales