Según el comunicado oficial del gobierno argelino, la decisión se tomó debido a una “serie de actos hostiles cometidos por el reino durante un largo tiempo”. Además, agregó que Marruecos no ha cumplido con lo establecido en el acuerdo de normalización de relaciones de 1988. Junto a lo anterior, se acusó a Marruecos de estar detrás de los incendios que recientemente afectaron a buena parte del territorio argelino. En relación con esto último, Argelia aseguró que la contraparte marroquí apoya a Rachad -asociación islamista creada en 2015- y al Movimiento para la Autodeterminación de Cabilia (MAK, por sus siglas en francés), algo que, según el gobierno argelino, va en contra de la seguridad interna de Argelia, ya que esta última considera al Rachad y al MAK como organizaciones terroristas. También se apuntó a Israel, estableciendo que Marruecos ha sido el responsable que una potencia militar extranjera se haya inmiscuido[1] en los asuntos magrebíes (“nunca, desde 1948, habíamos escuchado a miembro del gobierno israelí amenazar a un país árabe desde el territorio de un país árabe”) y mencionando el escándalo de espionaje de Pegasus. Finalmente, el comunicado oficial responsabilizó a Marruecos de bloquear la solución al conflicto del Sahara Occidental y de torpedear la integración del Magreb.
Como complemento de lo anterior, Argelia también expresó la necesidad que la solución al conflicto en Libia sea alcanzada por los libios y sin injerencia externa, lo cual se puede interpretar como un guiño contra la iniciativa marroquí de Skhirat. Además, declaró que el gobierno argelino está dispuesto a mediar en el conflicto de la Gran Represa del Renacimiento Etíope (GERD, por sus siglas en inglés), aunque esto último trajo consecuencias, ya que el gobierno etíope anunció que cerrará su embajada en Argel. Si bien hace un tiempo se había declarado que se clausurarían diversas misiones diplomáticas, por motivos presupuestarios, no deja de llamar la atención que el cierre ocurriese justo después de la intención de Argelia de mediar en el conflicto que opone a Egipto, Etiopía y Sudán.
La respuesta marroquí fue rápida, directa y sin sorpresas. Aseguró que lamentaba la decisión y, al mismo tiempo, la catalogó como “injustificada, pero esperable, dada la lógica de escalada de las últimas semanas”. El comunicado oficial también rechazó, categóricamente, “los pretextos falaciosos, incluso absurdos, que la sustentan”, mientras que dejó en claro que “el reino de Marruecos seguirá siendo un socio creíble y leal del pueblo argelino y continuará actuando con sabiduría y responsabilidad por el desarrollo de relaciones intermagrebíes sanas y fructíferas”.
Contexto previo
Para entender mejor lo que está sucediendo, es necesario revisar los últimos movimientos diplomáticos. El 23 de agosto, Ramtane Lamamra, ministro de Asuntos Exteriores, realizó una visita de trabajo a Túnez, donde se reunió con el presidente de aquel país, Kais Saied, y con su homólogo tunecino, Othman Jerandi. Previamente, Lamamra se había desplazado a Túnez el 27 de julio y el 2 de agosto. En ambos casos, expresó la preocupación, por parte de Argelia, sobre la crisis política que terminó con el congelamiento del Parlamento y de la dimisión del primer ministro, Hicham Mechichi. Casi en paralelo, Nasser Bourita, ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, se desplazó a Túnez, donde tuvo un encuentro con el presidente de Túnez, Kais Saied. En aquella ocasión, Bourita entregó dos mensajes del rey Mohammed VI al mandatario tunecino.
El 1 de agosto, Tebboune y Saied mantuvieron una conversación telefónica -lo cual se repetiría el 23 de agosto-, mientras que Lamamra realizó un viaje por Etiopía, Sudán y Egipto a fines de julio. Durante dicho periplo, Argelia propuso conversaciones directas entre los gobiernos etíope, sudanés y egipcio. A propósito de las relaciones con África Subsahariana, Argelia ha comenzado una etapa de recuperación del terreno perdido, especialmente en el caso de Malí. Sobre este último, otros estados (africanos y foráneos) habían tenido injerencia, pero lo que preocupó de gran manera fue la entrada de Marruecos al escenario maliense. Es así que, el 5 de abril, Abdelmadjid Tebboune recibió al ministro de Asuntos Exteriores y de la Cooperación Internacional, Zeyni Moulaye. Luego, el 11 de agosto y tras un nuevo golpe de estado que trajo como consecuencia cambios en el gobierno de Malí el mandatario argelino se reunió, nuevamente en Argel, con el nuevo ministro de Asuntos Exteriores de la Cooperación Internacional, Abdoulaye Diop. Finalmente, el 27 de agosto, Lamamra visitó Malí, donde se reunió con el presidente de transición de Malí, coronel Assimi Goita. Ya en septiembre, el mencionado Lamamra realizó un segundo periplo africano, en el cual, además de visitar Mauritania, se desplazó a Níger, República Democrática del Congo y República del Congo. A su vez, Nasser Bourita, ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, se comunicó por teléfono, el 31 de agosto, con su par mauritano, Ismail Ould Cheikh Ahmed, mientras que, el 2 de septiembre, recibió en Rabat al presidente de la Cámara de Representantes de Libia, Aguila Saleh.
Otro hito a tomar en cuenta fue la reunión, celebrada el 30 y 31 de agosto, en Argel, de los ministros de Asuntos Exteriores de los “países vecinos de Libia”. En dicha instancia participaron los representantes de Argelia, Chad, Egipto, Libia, Níger, Sudán y Túnez. La ausencia de Mauritania es lógica, ya que dicho país está directamente implicado en el conflicto libio, pero haber dejado afuera a Marruecos es otra señal, una más, de la pugna diplomática que tienen Argelia y Marruecos por la influencia en Libia.
Por último, cabe recordar que, el 17 de diciembre de 2020, Abdelmadjid Tebboune anunció -luego de una llamada telefónica con su par tunecino, Kais Saied- que visitaría Túnez. Originalmente, el mandatario argelino lo haría el 16 y 17 de marzo de 2020, pero aquel viaje se anuló por la pandemia del covid-19. Posteriormente, el 13 de julio y el 14 de septiembre, se dio a conocer que Tebboune iría a Túnez, pero aquellos anuncios nunca se concretaron. Después, en octubre de 2020, el presidente argelino se contagió con covid-19. Lo concreto es que, tras la anunciada visita de diciembre de 2020, los presidentes de Argelia y Túnez no se han reunido en persona.
Conclusiones
La tensión entre Argelia y Marruecos ha sido constante desde la década de 1970, pero con ciclos de contracción y expansión. En el impasse actual, se puede concluir que se está pasando por una etapa de expansión de las diferencias, lo cual se debe, directamente, a ciertos hechos que ocurrieron en las últimas semanas e, indirectamente, a una serie de situaciones que se han generado durante 2020 y 2021. El escándalo de espionaje de Pegasus, acusar a Marruecos de ser responsable de los incendios en Argelia, la visita a Marruecos del ministro de Asuntos Exteriores de Israel la declaración del representante de Marruecos ante la ONU sobre Cabilia y el incidente por la estadía de Brahim Ghali en España son parte del grupo de hechos que han acontecido en el último tiempo. A su vez, el reconocimiento, por parte de Estados Unidos, de la soberanía marroquí en el Sahara Occidental, la restauración de relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel y la pugna por el Sahel son factores de mayor profundidad, los cuales han ido moldeando el vínculo argelino-marroquí en el último tiempo.
Si bien lo acontecido entre ambos países no tiene una relación directa con Israel, es evidente que el establecimiento de vínculos diplomáticos entre Marruecos e Israel traería consecuencias. Como se puede ver, el gobierno argelino ha usado, a su favor, el comodín israelí, para así basar su postura en un discurso con amplio respaldo popular (“ningún gobernante israelí ha dado instrucciones desde un país árabe”). Es así que se puede concluir que lo acontecido son los “efectos colaterales” de la movida diplomática marroquí de sumar apoyo en el asunto del Sahara Occidental. Básicamente, porque para contar con el respaldo de Estados Unidos, tuvo que asumir el riesgo de normalizar los nexos con Israel. Si bien el momento elegido (en plena pandemia y, por ende, con movilidad reducida) y la histórica relación entre Marruecos y el judaísmo impidieron grandes manifestaciones, tarde o temprano habría repercusiones por el acercamiento entre Marruecos e Israel.
También es fundamental comprender que la ofensiva de Argelia llega en un momento especial. Primero, porque, en diciembre pasado, Estados Unidos reconoció la soberanía de Marruecos en el Sahara Occidental, algo que, sin el mismo tono, fue continuado por Joe Biden, nuevo presidente estadounidense. Luego, aquella decisión trajo una serie de consecuencias. Primero, a Marruecos no le gustó la postura adoptada por Alemania y España después del reconocimiento realizado por Estados Unidos. Mientras Alemania convocó al Consejo de Seguridad de la ONU, España no hizo declaraciones especiales sobre el asunto y no cambió su postura sobre el conflicto del Sahara Occidental. Esto trajo consigo problemas en las relaciones diplomáticas con Marruecos, lo cual se agravó por otros factores. En el caso de España, el lío producido por el ingreso de Brahim Ghali inflamó al máximo los vínculos hispano-marroquíes, mientras que, recientemente, un artículo publicado por Isabelle Werenfels -investigadora del SWP, un think tank alemán- también causó molestia en Marruecos. Sin embargo, muchos creen que el verdadero conflicto tiene que ver con la disputa por los límites marítimos entre España y Marruecos. Esto último, luego que, en enero de 2020, Marruecos delimitara su mar territorial en las cercanías de las islas Canarias. Al respecto, cabe mencionar que, en 2016, se descubrieron grandes yacimientos mineros -de cobalto, litio y telurio, entre otros- en el fondo marino de dicha zona. Estos minerales representarían cerca del 10% mundial y por eso habrían generado tanto interés en Alemania y España. ¿Por qué Alemania? Básicamente, pues los necesitaría para fabricar las baterías de los autos de lujo que actualmente produce. Este sería, entonces, el principal motivo de la disputa de estos países con Marruecos. Dejando a un lado esto, es evidente que Argelia tomó noto de lo que estaba ocurriendo y aprovechó esta “pérdida de sintonía” de Marruecos con España y Alemania, para así avanzar y romper las relaciones diplomáticas con Marruecos. De todas maneras, la estrategia quizás no entregue los resultados esperados por la diplomacia argelina, pues Marruecos y España anunciaron el fin de las hostilidades y han iniciado un proceso de acercamiento.
La situación interna de Argelia es otro elemento a tomar en cuenta. El movimiento Hirak lleva más de un año y medio protestando, a lo cual se suma la pandemia del covid-19, las históricas confrontaciones con ciertos grupos o regiones, el estancamiento económico y la cuestionada institucionalidad democrática del país. Estos factores han generado un contexto de fragilidad para el gobierno de Tebboune, el cual sigue contando con el apoyo de los militares, pero no tiene un gran respaldo popular. En este punto, hay que decir que no se trata del caso específico del actual presidente, sino que hay un rechazo colectivo al sistema imperante. Una demostración de aquello fue la bajísima tasa de participación (23,02%) en las últimas elecciones legislativas. Así, con tantos frentes con los cuales lidiar, la carta nacionalista siempre viene bien. Además, el gobierno argelino aprovechó los incendios provocados en el norte del país y, particularmente, en Cabilia, para generar enemigos. Tras apuntar a Rachad, movimiento islamista, y al MAK, el gobierno argelino también acusó a Marruecos e Israel de estar detrás de los siniestros ocurridos. En este contexto, la guinda de la torta fue romper los vínculos con Marruecos, acusándolo de atentar contra la seguridad interna y los intereses de la nación.
En paralelo, no se debe olvidar que Argelia está intentando recuperar el terreno perdido, a nivel diplomático, durante la parte final de la era de Abdelaziz Bouteflika. Sobre esto último, los notables avances de Marruecos en África -específicamente en el asunto del Sahara Occidental- y la irrupción de otros países (Ejemplos: Emiratos Árabes Unidos y Turquía) en el Magreb y el Sahel (zona de alto interés geopolítico para Argelia), provocaron cambios en la diplomacia argelina. Por eso, la ruptura de las relaciones con Marruecos obedece a la necesidad, por parte de Argelia, de buscar o, más bien, de definir aliados y rivales en África. Ante la apertura de diversos consulados en el Sahara Occidental y debido a los progresos de Marruecos en sus vínculos con estados que históricamente han estado a favor del Polisario o de Argelia (Ejemplos: Rwanda, Etiopía y Nigeria), Abdelmadjid Tebboune sabe que su país se encuentra en una posición desfavorable. En resumen, Argelia tiene como gran objetivo recuperar el terreno perdido en África, en general, pero, particularmente, en el Sahel. A eso, suma la imperiosa necesidad de indagar en nuevos campos de batalla diplomática, como el Mediterráneo y el Cuerno de África. Una demostración de aquello ha sido la propuesta de mediación en el conflicto del Gerd, aunque, por ahora, sin la respuesta deseada por el gobierno argelino.
Si bien parece poco probable un conflicto armado, habrá que poner atención a una eventual escalada, la cual podría plasmarse con una disputa diplomática más abierta y más agresiva, especialmente en África. Esto podría agravarse en algunos años más, específicamente en 2023, cuando Francia, supuestamente, habrá terminado el proceso de retiro de todas sus tropas del Sahel. En paralelo, el Cuerno de África podría ser otro frente de batalla diplomática entre Argelia y Marruecos, a lo cual habrá que sumar, eventualmente, el espacio Mediterráneo. Los vínculos con los países del Golfo Arábigo y la política africana de Israel -la cual cuenta con el apoyo de Marruecos- también debiesen moldear la relación argelino-marroquí y podrían ser un foco de tensión. Otra región donde ha existido un choque entre ambas partes es América Latina, pero su relevancia es menor en comparación con el escenario africano. De todas maneras, es probable que la disputa diplomática entre Argelia y Marruecos también se intensifique en América Latina, aunque, a diferencia de África, la confrontación depende, casi exclusivamente, de los cambios de gobierno que ocurren en la región y no de otros factores.
La situación de Libia merece un párrafo aparte, ya que aquí se está desarrollando una pugna diplomática entre Argelia y Marruecos. Este último ha tenido un activo rol, el cual, además, ha sido bastante positivo. De hecho, la iniciativa de Skhirat ha dado frutos y, como demostración, en la última reunión llevada a cabo en Marruecos ambas facciones libias firmaron un acuerdo para realizar elecciones presidenciales a fines de año. La importancia de la mediación marroquí adquiere un valor aún más grande si se toma en consideración que la Cumbre de Berlín no logró grandes resultados. Esto último ha sido, sin dudas, un triunfo de la diplomacia marroquí y una derrota para Argelia y Alemania.
Acerca de quién gana o pierde en esta ocasión, ninguno verá afectado sus grandes intereses, pero igual habrá algunas leves pérdidas. A nivel comercial, los intercambios intermagrebíes son escuálidos y casi insignificantes, mientras que la integración magrebí está estancada hace décadas. A nivel diplomático, las dudas deberían estar puestas en la postura que podría tomar Alemania, pues ha tenido un comportamiento algo proclive hacia Argelia. Sin embargo, Marruecos puede contar con la excelente relación con el Reino Unido y Francia, a lo cual suma el apoyo de Estados Unidos y la obligatoria complementariedad con España, país con el cual ya se produjo un descongelamiento. Ambos se necesitan y, al menos en esta ronda, ha primado la cordura diplomática. Donde sí habrá un perdedor será en el asunto de los recursos, pero solo si se confirma, finalmente, que Argelia dejará de transportar gas (hacia España) por medio del gasoducto Maghreb-Europe. Si se cumple lo que se ha estado informando (que Argelia dirigirá todos sus envíos de gas a España por medio del gasoducto Medgaz), entonces Marruecos habrá sufrido una derrota en el campo de los recursos energéticos (afectaría, principalmente, a dos plantas energéticas ubicadas en el norte del país, que representan el 12% de la electricidad consumida) y, por ende, en sus arcas (aunque no superaría el 1% del presupuesto anual). Empero, aunque los efectos serán relevantes, en el mediano y largo plazo podrían ser absorbidos por Marruecos, especialmente por las exploraciones de gas que ya se están desarrollando, la opción de invertir en infraestructura para el gas licuado y porque se está apostando a la construcción del gasoducto de África Occidental, que conectará a Nigeria con Marruecos y, desde este último, pasará gas hacia España y Europa. También, la medida de desechar al gasoducto Maghreb-Europe choca con las capacidades de uno y otro gasoducto. Mientras Maghreb Europe tiene una capacidad de pasar 13.000 millones de metros cúbicos (m3) por año, Medgaz posee una capacidad de 8.000 millones de m3 anuales y, aunque a finales de 2021 sería aumentada, solo llegaría a 10.000 millones por año. Otro dato a tomar en cuenta es que España y Portugal, pero principalmente el primero, se podrían ver perjudicados por la decisión de no transportar gas a través del gasoducto Maghreb-Europe, lo cual deja en claro que no es un asunto bilateral, sino que, como mínimo, entre tres partes (Argelia, España y Marruecos). Finalmente, si bien Marruecos podría perder una parte de su consumo interno de gas, que no sería superior al 10%, esto también traería como consecuencia una baja en los ingresos, por venta de gas, para Argelia. En resumen, la opción de desechar al gasoducto Maghreb Europe puede parecer un “buen castigo” para Marruecos, pero también significaría un perjuicio para Argelia. Por ende, es probable que esta medida no se concrete ahora, pero, en el mediano o largo plazo, dependiendo de la capacidad de Medgaz, podría ser un foco de tensión. Esto último va en línea con la decisión de Mohammed VI de poner énfasis en la construcción del gasoducto Nigeria-Marruecos.
Al momento de analizar la relación entre Argelia y Marruecos, se debe tomar en cuenta que ambos estados tienen un historial de disputas y el vínculo tiene una densidad que va más allá del conflicto del Sahara Occidental. Desde la independencia de ambos países, la relación se ha basado en aspectos como disputas ideológicas, lucha por los recursos, influencia en África, problemas limítrofes y modelos de desarrollo muy diferentes e, incluso, escasamente complementarios. Así las cosas, la ruptura de los nexos diplomáticos es algo a tener en consideración, pero tampoco adquiere la relevancia que tendría en otro contexto o, más bien, en otro historial entre ambas partes. La relación argelino-marroquí ha estado marcada por la irregularidad, con momentos de expansión y contracción, pero siempre dentro de ciertos márgenes. Por eso, no existen argumentos, hoy, para pensar que en el corto y mediano plazo pueda cambiar la tendencia histórica del vínculo. Eso sí, será interesante ver cómo se desarrolla esta pugna en el Magreb post-2011, ya que Libia solía jugar un importante rol en el Magreb (y el Sahel), pero ahora, con su precaria situación interna, la influencia libia es casi inexistente. Habrá que ver quién toma ese vacío de poder y, en el mediano o largo plazo, será motivo de análisis la postura que pueda apostar la Libia post-Ghaddafi.
La situación actual disminuye las probabilidades de conseguir una solución al conflicto del Sahara Occidental y lo esperable es que las posturas se alejen aún más. En este sentido, lo lógico sería que se continúe con la tendencia de las declaraciones cruzadas, las cuales han adquirido un mayor protagonismo en las últimas semanas. Al respecto, no se debe olvidar que las relaciones entre Argelia y Marruecos han pasado por momentos álgidos (1963, 1976 y 1994, entre otros), pero desde 1988 no se había consolidado la ruptura de los vínculos diplomáticos. Desde esta perspectiva, no se debe caer en un alarmismo exagerado, pero tampoco se le debe bajar el perfil a un hecho que, más allá de su real impacto, refleja el fracaso de la Unión Africana, la ONU, la Unión del Magreb Árabe y, por supuesto, de Argelia, Marruecos y el Polisario.
[1] Esto, por las declaraciones realizadas, el 11 de agosto de 2021, por el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Yair Lapid, quien durante su visita a Marruecos expresó que le preocupaba el rol regional de Argelia, que, como nunca antes, está muy cerca de Irán y que lidera campaña contra la admisión de Israel como miembro observador de la Unión Africana”.