Chile nunca ha sido un actor importante en la política mundial y aquello ha sido la lógica consecuencia de, entre otro factores, su historia, su ubicación geográfica y su importancia geopolítica respecto al “centro” político y diplomático.
Raimundo Gregoire Delaunoy | 13 de diciembre de 2014
Lo primero, pues el actual territorio chileno logró constituirse como país recién en el siglo 19 y, además de eso, nunca fue una potencia económica, ni, aún menos, política. En comparación a Europa, Chile es una nación de historia más reciente, a pesar que muchos estados europeos lograron consolidarse como países independientes después de lo que lo hizo Chile. Lo segundo, porque el territorio chileno presenta una estructura geográfica bastante particular y sumamente inhóspita para los eventuales exploradores y conquistadores. Por el norte, mucho sol, escasas lluvias, desierto y montaña. Por la zona austral, hielos, frío y existencia de tierras “quebradas”, las cuales dieron origen, por ejemplo, a fiordos e islas deshabitadas. En la zona sur, frío e intensas precipitaciones a lo largo de buena parte del año. Además de eso, era una franja con fronteras naturales. Desierto (norte); hielos patagónicos y mar (sur); Océanco Pacífico (oeste) y Cordillera de los Andes (este). En este contexto, sólo el centro y el centro-sur parecían ser los lugares menos hostiles y más agradables para vivir. Lo tercero, al ubicarse en la periferia (en el sentido utilizado en el estudio de las Relaciones Internacionales), nunca tuvo gran relevancia en lo geopolítico a nivel mundial. Claro, en la región sí la tuvo, pero recién en el siglo 21 empezó a tener una mayor importancia y, esencialmente, pensando en el Océano Pacífico y en el comercio que transita por dicha zona marítima.
En este sentido, parece lógico que las potencias europeas (y aquellos países que soñaban con tener aquel rótulo) no se interesasen mucho en establecer nexos diplomáticos y políticos con los diferentes gobiernos de Chile. Durante décadas, Chile estuvo centrado en su desarrollo y en sus litigios con los países vecinos. La mayor prueba de aquello fueron las guerras que tuvo contra Perú y Bolivia en el siglo 19. A esto se debe agregar que Latinoamérica y, particularmente, Sudamérica estaba en pleno proceso de restructuración en la época poscolonialista. En este contexto, es evidente que los nexos entre Europa y Sudamérica fueron más bien escasos –salvo aquellos de las luchas independentistas- y de escasa profundidad durante el siglo 19.
Ya en la nueva centuria, las cosas empezarían a cambiar. Especialmente, tras el período de entre guerras y el término de la Segunda Guerra Mundial. Así fue que se produjo un fuerte flujo migratorio desde Europa hacia Sudamérica y, básicamente, hacia países como Argentina, Brasil, Uruguay y, en menor medida, Venezuela. Otros, como Chile, recibieron inmigrantes provenientes del Viejo Continente, pero en mucha menor medida. Así, mientras en Buenos Aires se registraron más de 6.000.000 de inmigrantes europeos durante las primeras décadas del siglo 20, las cifras del caso chileno fueron escuálidas en comparación a las de la capital argentina. Por ejemplo, en 1920, los inmigrantes europeos representaban el 1,83% del total de la población chilena. Los datos no variarían mucho en las siguientes décadas, con 1,48% (1930), 1,28% (1940), 0,98% (1952) y 0,87% (1960). En todos estos censos, la población de inmigrantes europeos nunca superó los 70.000.
La política de Italia en Chile
Antes de analizar las relaciones políticas entre ambos países, cabe revisar algunos datos sobre la inmigración italiana en Chile. Al respecto, en el censo de 1920 había 12. 358 italianos en Chile, es decir, el 10,26% del total de extranjeros en el país. Luego, en el censo de 1930 había 11.070 italianos (10,50%) viviendo en territorio chileno, mientras que en 1940 la cifra bajó a 10.619 (9,90%). Por último, en 1952, la comunidad italiana representaba al 11,2% del total de extranjeros residentes en Chile. Estos datos reflejan que la presencia italiana en Chile era bastante poco relevante, pero que, al mismo tiempo, era una de las colonias de inmigrantes más grandes del país. La mayoría de los italianos se establecieron en Santiago y normalmente estuvieron en el segundo o tercer lugar del ranking de las comunidades europeas residentes en Chile. La principal era la española y en ocasiones la alemana ocupaba el segundo puesto, aunque en otras era la italiana.
Si a nivel de población la presencia italiana era escasa en Chile, en el marco político era aún menor. Esto último, por lo mencionado en párrafos anteriores. En este sentido, un cambio en esta relación fue lo acontecido tras la Segunda Guerra Mundial, momento en el cual Italia empezó a mirar con otros ojos a Latinoamérica. Básicamente, pues entendía que la renovación de los nexos con esta región le podría servir en su política de reinserción en la política mundial y, aún más específico, le podría ser útil en su afán de reposicionarse en el nuevo mundo. Junto a eso, el historial de fuerte inmigración italiana hacia Latinoamérica –particularmente a países como Argentina, Brasil y Venezuela- era algo que jugaba a favor de sus intereses políticos o, si se prefiere, geopolíticos. Como se puede ver, la postura italiana de acercarse a Latinoamérica no fue un acto de beneficencia o hermandad, sino que, esencialmente, una mera política de intereses propios. En este contexto, los objetivos eran, en primer lugar, el reposicionamiento post Segunda Guerra Mundial y, en segundo lugar, la obtención de recursos económicos, especialmente a través de las remesas.
Sin embargo, Italia rápidamente comprendió que sus estrategias chocarían con aquellas de Estados Unidos, quien ya se encontraba muy bien posicionado en Latinoamérica y que tenía, además, mucha más influencia. Así fue que Italia optó, nuevamente, por el pragmatismo y buscó un acercamiento que no generase “ruido” con Estados Unidos, una de las dos grandes potencias del entonces mundo bipolar dominado por los estadounidenses y los soviéticos. Además de eso, el nuevo escenario político-social latinoamericano y la fuerte presencia de la Guerra Fría en la región obligaron a los gobiernos italianos a tomar otro camino y acercarse más hacia la clásica distancia respecto a Latinoamérica. A continuación, se examinarán, brevemente, algunos de los factores que influyeron en las relaciones entre Chile e Italia.
– Contexto político de cambios en Latinoamérica: ya en la década de 1960, la región empezaba a dar los indicios del nuevo proceso político que se estaba gestando en la mayoría de los países latinoamericanos. En este contexto, la nueva modalidad diplomática de Italia (acercarse a Latinoamérica) se hacía muy compleja, ya que las divisiones al interior de la región se fueron adquiriendo cada vez más potencia. En tal escenario, el objetivo pragmático de Italia se complicaba. En el caso particular de Chile, la llegada al poder de un presidente de la Democracia Cristiana sólo ayudó para generar un mayor lazo “político-partidista” y no así entre dos gobiernos, lo cual quedó de manifiesto con la historia vivida en Chile a partir de 1970.
– Guerra Fría: en un mundo bipolar y dominado por dos grandes potencias, Latinoamérica no escapó a dicha tendencia. Así, empezaron a desarrollarse procesos político-sociales de tipo socialista (muchos de ellos con un fuerte sentimiento antiestadounidense), pero, en paralelo, se comenzaba a pavimentar el camino de las dictaduras que a partir de la década de 1970 serían dominantes. En el caso chileno, la llegada al poder de Salvador Allende y la radicalización de las posturas políticas internas dejaron en claro que el clima no era el mejor para las intenciones diplomáticas italianas. Dicha situación adquirió aún mayor volumen luego que el gobierno de Allende se acercara a Cuba y, por ende, ayudara a sacarla del aislamiento en el cual se encontraba. Cierto es que Chile no era un país muy relevante, pero en aquel entonces, los inicios de un “pansocialismo latinoamericano” se posicionaban como un gran obstáculo para el pragmatismo diplomático italiano.
– Pobreza: Latinoamérica se encontraba en un momento –en la segunda mitad del siglo 20- en el cual sus países ya no luchaba por su independencia, pero sí por mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Con alto índices de cesantía, hambruna, desempleo y analfabetismo, lo cual iba acompañado de pobres infraestructuras, como en el caso de Chile, impidieron un mayor acercamiento a nivel diplomático y, especialmente, a través de la cooperación en proyectos económicos. Esto último, pues dada la inestabilidad social y política de los países, sumado a la pobreza existente, se hacía difícil establecer grandes (y prósperos) negocios o nexos comerciales.
– Intervenciones de Estados Unidos en Panamá y República Dominicana: la presencia visible e invisible del gobierno estadounidense se hizo evidente con las intervenciones de Estados Unidos en dos países de la región. Lo ocurrido en Panamá y República Dominicana sepultó las ya casi nulas esperanzas italianas de tener algún grado de influencia en la región. Además, estas intervenciones estadounidenses generaron un sentimiento “anticolonialista” o incluso “antiimperialista”, lo cual no era el clima ideal para un gobierno europeo que buscaba establecer nexos pragmáticos con la región. Dicha situación era aún más complicada –desde la perspectiva italiana- en un país que tenía altas probabilidades de caer bajo el poder del socialismo allendista, es decir, aquel que veía con mejores ojos acercarse a la Unión Soviética que a Estados Unidos o a la Europa Occidental.
– Pequeño historial de nexos migratorios: tal cual se analizó en párrafos anteriores, la inmigración italiana tuvo una escasa importancia en Chile. Esto último, en comparación a lo acontecido, por ejemplo, en Argentina, Brasil y Venezuela. Este factor histórico-cultural seguramente influyó en la decisión de priorizar los acercamientos políticos con aquellos países que, además de ser más grandes en población, tenían un mayor nexo cultural con Italia. En términos económicos, era más interesante buscar mercados de muchos millones más de eventuales consumidores y, en paralelo, las remesas tenían más valor (especialmente por su volumen) proviniendo de aquellos estados en los cuales las comunidades italianas eran mucho mayores y de cientos de miles. Como se vio en el caso chileno, los ciudadanos italianos residentes en Chile no solían pasar de los 12.000 ó 13.000 en los diferentes censos.
En definitiva, se podría concluir que el objetivo italiano de estrechar lazos con Latinoamérica correspondió a una política pragmática que buscaba beneficios políticos y económicos. Sin embargo, dicho objetivo no logró cumplirse por una serie de factores –algunos coyunturales y otros histórico-sociales- que generaron un clima adverso para las pretensiones italianos en Latinoamérica y, particularmente, Sudamérica. En el caso de Chile, su escasa relevancia para las pretensiones italianas permitió que Italia rápidamente olvidara a los gobiernos chilenos, especialmente tras el proceso de inestabilidad político-social vivido en Chile y en la región. Otra conclusión es que Latinoamérica estaba más llana a dialogar y conectarse con el “Tercer Mundo” –un igual en lo político, económico y social- antes que con las clásicas potencias dominantes, lo cual incluía a los países europeos más poderosos. Por último, se puede concluir que la relación ítalo-chilena, durante el período 1950 – 1970, estuvo marcada por el fuerte pragmatismo italiano y por la incapacidad chilena de establecer las condiciones necesarias para encontrar puntos de acuerdo entre ambas posturas. En este sentido, parece apropiado el concepto de una relación “político-partidista”, bajo el alero de la Democracia Cristiana de ambos países y sin mayores bases sólidas a nivel político-gubernamental.
Bibliografía y otras fuentes
– “Ampliando miradas: Chile y su historia en un tiempo global”. Purcell, Fernando; Riquelme Alfredo. Instituto de Historia PUC. Santiago, 2009.
– “Las relaciones diplomáticas y político-partidistas ítalo-chilenas durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva”. Nocera, Raffaele. Instituto de Historia PUC. Santiago, 2009.
– “Latin America’s Cold War”. Brands, Hal. Universidad de Harvard. Cambridge (Estados Unidos) y Londres, 2010.
– Censos de población históricos de Chile. Instituto Nacional de Estadísticas. Santiago. 1920, 1930, 1940, 1952 y 1960.