Nunca escribo en primera persona, pero esta vez lo haré. Al empezar, dejaré en claro que soy un ignorante en el ya famoso y (harto) manoseado asunto del diferendo marítimo entre Perú y Chile, el cual hoy, por fin, será resuelto.
Raimundo Gregoire Delaunoy | 27 de enero, 2014
Habrán pasado casi seis años desde que se dio inicio a este litigio y, ya en la recta final, cabe reflexionar sobre algunos aspectos. Y no se trata de lo técnico –ya expresé mi desconocimiento al respecto-, sino que de la variable sociológica, si así se puede decir.
Durante el último mes se ha visto un desfile de especialistas. Periodistas, economistas, abogados, cientistas políticos, sociólogos, ingenieros, diplomáticos, políticos, etc. Una larga lista de personas, de las cuales queda la impresión que muchos dicen lo mismo y pocos logran ir más allá y elaborar lo que todos queremos, es decir, juicios y observaciones basados en un estricto conocimiento del tema.
Si nos preguntáramos cuántos de aquellos “especialistas” han sido un aporte, deberíamos concluir que muy pocos lo fueron. Ante la pregunta de cuántos oportunistas hemos visto pasar por los medios (escritos, radiales y televisivos), la respuesta es absolutamente distinta. Claro, pues tendríamos que decir que son muchos. Y eso, claramente, agota. Es una nueva (y nada novedosa) señal que la investigación en Chile está estancada en el fondo de un pantano.
Esto último, pues pocos profesionales realmente se dedican a trabajar e investigar en un par de tópicos o una o dos regiones específicas. Si el asunto del momento es el diferendo marítimo, pues seré experto en eso. Si después es noticia lo que ocurre en Siria, me disfrazaré de experto en Medio Oriente. Y si de repente explota un tema político-económico en Europa, entonces seré un gran europeísta. Bueno, ya, y si tengo que ir a hablar de Al Qaeda y África, también lo haré. Y si me ponen a los China, Japón, Vietnam y las dos Coreas, también.
Así, rodeados de una especie chilena muy típica, los “multiespecialistas”, llego a este 27 de enero con la sensación que pude haber aprendido más sobre este tema, el de La Haya, pero que no lo hice porque cuando vi columnas, artículos y entrevistas pocas veces encontré algo diferente. Digamos, cosas que no aparezcan en Wikipedia o en una rápida búsqueda en Google.
Entonces, uno reflexiona sobre por qué los medios no contactan a quienes más saben en estos hitos. ¿Por qué debemos ver las mismas caras en este diferendo, siendo que antes las vimos en Siria (guerra civil), Grecia (crisis económica), Estados Unidos (Obama) y Sudáfrica (Mandela)?, ¿no hay más profesionales que tengan conocimientos?
Este punto da para largo y, al ser esta una columna, no se puede profundizar más, pero dejo la reflexión en el aire. Ahora, paso de inmediato al siguiente tema, es decir, el nacionalismo y el llamado a la unidad en un momento como este.
Sobre lo primero, durante años y décadas se ha olvidado, a las regiones extremas del país. Mientras en Talca, Concepción, La Serena o Puerto Montt reclaman contra el “yugo” de Santiago, esas mismas voces ni se preocupan de lo que ocurre con sus “hermanos menores”, o sea, Arica, Parinacota, Iquique, Aisén, Punta Arenas y Puerto Natales, por dar algunos ejemplos.
Es una triste realidad, pero en Chile no hay un sentimiento de unidad nacional –basado en el regionalismo-, sino que cada cual busca su beneficio y reclama cuando algo les afecta a ellos y no a sus vecinos. Por eso, que ahora aflore el nacionalismo parece ser exagerado y sumamente contradictorio.
Igual que el famoso “llamado a la unidad” por parte de los políticos, los mismos que hace unos meses atrás se sacaban los ojos y se desgarraban con tal de agarrar un puesto en el Congreso chileno. Y son los mismos que durante décadas se han llenado sus bolsillos sobre la base de hablar mucho y hacer poco. Especialmente en zonas extremas, como en la de Arica.
Por último, no se puede olvidar el principal asunto. Conocida la bipolaridad del chileno, pero también su inevitable tendencia a ver todo en negro y gris, se ha generado una tremenda y terrible ola de pesimismo. Y así, llegamos al pensamiento de las últimas semanas. “Chile va a perder y punto. No hay más destino que una dura derrota, porque siempre ha sido así”.
Y aquella sensación es real, pero más que por un eventual traspié en La Haya, es por dos hechos históricos. El primero, a nivel diplomático, Chile mira en menos a sus vecinos regionales y aquello nos significó, finalmente, el autogol de llegar a La Haya. El segundo, normalmente se ha perdido –en todo sentido-, porque pocas veces se ha pensado en ganar y nunca se ha logrado construir una sociedad fraternal y generosa. Más allá de si se gana o no este litigio, hace rato que Chile se anota derrotas. En lo ético y en lo humano. Ganamos en lo material, pero sufrimos tremendas goleadas en lo espiritual.
El día que la mentalidad chilena cambie, en todo ámbito, dejaremos de estar en La Haya, no tendremos “multiespecialistas” en los medios, entenderemos que el concepto “nación” se vive en lo cotidiano (lejos de los ambientes hostiles) y, finalmente, progresaremos como país, en lo general, y como personas, en lo particular.
Raimundo Gregoire Delaunoy
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