Por diversos motivos y en medio de diferentes contextos, los países magrebíes enfrentan movimientos internos que sugieren mayor dedicación por parte de los gobiernos centrales. El famoso Sahara Occidental (Marruecos), Cabilia (Argelia) y Cirenaica y Fezzan (Libia) son algunos de los emblemáticos temas y, por lo mismo, cabe preguntarse si un sistema federal podría ser un buen modelo para estos casos.
Raimundo Gregoire Delaunoy | 22 de mayo, 2012
La realidad del Magreb está lejos de ser aquella que es mundialmente conocida y promovida por los medios de comunicación. Por ejemplo, la franja magrebí no es un espacio estrictamente árabe y, de hecho, en países como Marruecos y Argelia la población bereber es un importante y relevante componente de la sociedad.
Otro error, bastante frecuente, es asociar el presente y el pasado del Magreb con aquellos del Mashreq o, como mínimo, del Medio Oriente. Por diversos motivos (que aquí no viene al caso citar) la construcción del espacio magrebí ha sido muy diferente a la de sus hermanos o, si se prefiere, primos árabes.
En este contexto, en el cual el Magreb parece ser una región del mundo árabe y no del universo africano, se ignoran o, en el mejor de los casos, se olvidan aspectos fundamentales como el mapa tribal de esta zona.
Si bien hoy no tienen mucha fuerza e influencia (salvo en Libia), a comienzos del siglo 20 las tribus eran diversas y numerosas. Sin embargo, tras el período colonial y con la llegada de las independencias magrebíes, las sociedades de Argelia, Marruecos, Mauritania y Túnez establecieron vínculos a partir de un nuevo paradigma y sin esa raíz tribal que antes se utilizó.
Más allá de estas apreciaciones (de gran interés, pero que no serán analizadas en este artículo), con la puesta en marcha de los nuevos estados del Magreb se comenzaron a ver diferentes experimentos y proyectos políticos. El partido único o predominante fue una tendencia africana y, en este sentido, los gobiernos magrebíes no fueron la excepción, aunque, claro está, con sus particularidades.
Y así, tras una serie de idas y vueltas, el Magreb se convirtió en el eje de la actual ola de cambios del mundo árabe y magrebí. Ya cayeron los dictadores Zine El Abidine Ben Alí (Túnez) y Muammar Gaddafi (Libia), en tanto que el rey Mohammed VI (Marruecos), Abdelaziz Bouteflika (Argelia) y el golpista Mohammed Ould Abdelaziz (Mauritania) viven distintos momentos.
Hace apenas unos días se realizaron las elecciones legislativas en Argelia, las cuales, finalmente, fueron presa del fraude electoral. Con irregularidades en todas las wilayas del país y con el llamado de atención hecho por la Comisión Nacional Electoral, ya es demasiado evidente que los comicios no fueron transparentes. Que los observadores de la Unión Europea hayan avalado este proceso no es argumento válido (hay intereses económicos de por medio, como el gas, por ejemplo), especialmente por el historial de las relaciones entre el Viejo Continente y el Magreb.
En Mauritania, el coronel Abdelaziz enfrenta cada vez más masivas protestas. Ya no se trata de ciudadanos que reclaman por asuntos cotidianos (no por ello poco importantes), sino que ahora se han sumado los islamistas, que dejaron de ser aliados del poder y ahora quieren conquistar el mismo.
Respecto a Marruecos, ha habido progresos en muchos aspectos, pero aún quedan importantes asuntos por resolver. Las desigualdades económicas son brutales, la situación de la mujer aún tiene lagunas en medio de su proceso de igualdad (como los casos de menores violadas y luego obligadas a casarse con su violador) y aún se realizan juicios bastante sui generis y, por lo mismo, dudosos en su proceder.
¿Libia y Túnez? Ambos países están en pleno intento de restablecerse como tales y, al respecto, el panorama incita a la templanza y sapiencia. Libia sigue en un peligroso estado de división (social, política, religiosa y territorial) y las próximas elecciones legislativas de junio podrían ser el primer paso de un estado que en realidad nunca fue un estado, sino que el “jardín” de Muammar al Gaddafi.
En Túnez ya se realizaron comicios, se creó una Asamblea Constituyente y ahora se espera por la redacción de la nueva Constitución y el establecimiento de elecciones presidenciales en el menor plazo posible. La lucha entre salafistas, islamistas moderados y laicos ya se está desarrollando y, como se esperaba, los sectores que promueven el laicismo no van a dejar torcer su mano.
Los movimientos internos que tanto preocupan
Todo lo mencionado anteriormente es de gran relevancia, pero hay un aspecto poco analizado en los medios y que tiene una tremenda importancia en el Magreb. Se trata de grupos sociales (en algunos casos políticos también) que, de diversa forma, luchan desde un simple reconocimiento de derechos hasta la independencia.
Estos procesos afectan con especial fuerza a Marruecos (Sahara Occidental y el Rif), Argelia (Cabilia) y Libia (Fezzan y Cirenaica), mientras que Mauritania y Túnez parecen estar al margen.
El tema del Sahara Occidental es, quizás, uno de los más conocidos en el mundo. Desde 1975 que Marruecos y Argelia se encuentran divididos por el futuro de este territorio ubicado al norte de Mauritania, al suroeste de Argelia y actualmente considerado parte de Marruecos (por el gobierno marroquí).
La postura de Marruecos ha sido muy clara y apuesta por seguir apoyando al profundo plan de regionalización del país, el cual incluye una especial autonomía para el Sahara Occidental (que, entre otras cosas, podría tener un Parlamento propio).
La pregunta es qué ocurriría con el Rif, una zona conocida por tener ciertos aires separatistas, aunque hoy por hoy no tienen gran fuerza, ni mayor orden. Sin embargo, esta zona ha sido cuna de violentos enfrentamientos entre fuerzas del orden y habitantes locales, asi que es un conflicto que no debe ser minimizado, ni mirado en menos.
En el caso de Argelia, Cabilia no tiene una sola corriente (algunos piden el reconocimiento de la identidad cultural y de ciertos derechos, otros quieren autonomía y sólo los más extremos hablan de independencia), pero en esta región, ubicada al norte del país, se encuentra una buena parte de la población bereber argelina.
Por eso, lo que ocurre aquí no es un detalle. Ya quedó demostrado eso en el pasado (Primavera Bereber de 1980, asesinato del cantante Matoub Lounès en 1998 y la Primavera Negra de 2001) y, hoy, se puede ver en la gran cantidad de ataques, casi diarios, que se registran en Cabilia. La mayoría, destinados a las fuerzas de seguridad argelinas. Lugares como Tizi Ouzou y Bejaïa se han convertido en ciudades inseguras y, para peor, con importante presencia de terroristas.
Con una población viviendo en pésimas condiciones y con una explosiva combinación de factores (terrorismo, inseguridad, islamistas, laicos, autonomistas y las diversas corrientes pro-bereber), Cabilia es un gran dolor de cabeza para el gobierno central de Argelia.
La creación del Gobierno Provisorio de Cabilia (GPK, en 2010) y el Movimiento por la Autonomía de Cabilia (MAK, en 2001) son fieles demostraciones sobre la potencia que tienen los movimientos bereberes en esta región, que, hasta el momento, sólo habla de autonomía.
La situación de Libia no es mejor, ya que en medio de un país que oscila entre un sistema político acéfalo, uno tribal y otro incipientemente institucional, las divisiones tribales, muy presentes en territorio libio, amenazan “la integridad del país”.
De las tres históricas provincias libias, Cirenaica ya anunció su autonomía y Fezzan parece estar inclinada hacia lo mismo. Sólo Tripolitania ha mantenido distancia respecto a esta propuesta que, en el caso de Cirenaica, fue acompañada de la palabra “federalismo”.
¿Algo más? Sí, pues la inestabilidad de Malí amenaza fuertemente al sur de Argelia y, desde esta perspectiva, queda la impresión que esta zona del territorio argelino necesitaría un gobierno local mucho más poderoso y con mayor capacidad de resolver asuntos urgentes.
¿Un Magreb federal?
En medio de este contexto hay voces que comienzan a proponer el establecimiento de sistemas federales en los cinco países magrebíes. Obviamente, cada cual con sus propias particularidades.
Esta propuesta debe ser analizada en profundidad. Primero, porque los cinco estados tienen distintas tradiciones políticas (o republicanas, si se quiere) desde su independencia. Segundo, pues poseen estructuras institucionales muy diferentes. Tercero, sus componentes sociales son similares (en ciertos puntos), pero igualmente muy lejanos en cuanto a la realidad actual. Cuarto, pues los motivos detrás de los cánticos autonomistas son diferentes.
Por ejemplo, en Marruecos se ha establecido una monarquía constitucional y los grupos que buscan un cambio del sistema han hablado de una monarquía parlamentaria. En Libia, se podría decir que es un estado fallido y sí se puede afirmar que es un país sin institucionalidad política. El legado de Gaddafi fue el famoso Libro Verde y los comités. Nada más, ni siquiera una Constitución poco democrática o un Parlamento absolutamente dominado.
En Argelia hay institucionalidad (reflejada con elecciones presidenciales, legislativas y locales, ministerios, la existencia de una Asamblea Nacional Popular y una subdivisión administrativa), en tanto que en Túnez se está construyendo un nuevo sistema político, que, al menos en teoría, tendrá las clásicas instituciones democráticas (Parlamento, Constitución, ministerios, etc).
En Mauritania, la realidad política está fuertemente marcada por los militares y, particularmente, los golpistas. Los golpes de estado de 2005 y 2008 son el espejo de la situación del país.
A nivel social, en el Sahara Occidental ya es muy difícil saber qué quiere la población, pero, oficialmente, la gente estaría optando por la autonomía. Aún cuando hay grupos que hablan de independencia, la diplomacia marroquí ha sido muy exitosa, mientras que la argelina y la del Frente Polisario han caído en desgracia en el último tiempo (aunque habrá que examinar con cuidado los últimos acontecimientos en relación a Christopher Ross).
En el Rif, la autonomía parecer ser una buena propuesta para los rifeños, siempre y cuando vaya acompañada de soluciones reales. En Cabilia, la situación es muy compleja, pero hasta el momento se habla de autonomía y no independencia.
Como se puede ver, salvo Fezzan y Cirenaica, las demás regiones no han insinuado un sistema federal.
Por último, no se debe olvidar que los motivos detrás de los movimientos son diversos. En el Rif y Cabilia tienen mucho que ver con la identidad cultural de los bereberes (lo cual se suma a la mala calidad de vida en el caso de Cabilia), aunque en términos religiosos la población es muy diferente (fuerte islamismo en el Rif y grupos laicos en Cabilia). En el Sahara Occidental, como se expresó en líneas previas, es difícil conocer lo que realmente piensan sus habitantes. Y en Fezzan y Cirenaica, las razones son más bien tribales y económicas (petróleo).
En conclusión, ¿es el federalismo una buena solución a estos conflictos? Ya existe un antecedente (Libia, entre 1951 y 1963), pero la realidad actual sugiere prudencia. Junto a eso, y dado el actual presente político de los gobiernos magrebíes, parece altamente improbable que se establezcan sistemas federales.
La única excepción es Libia, ya que tiene una realidad social tribal que no existe en los otros estados magrebíes. En paralelo, Argelia, Marruecos y Mauritania han apostado por mantener sus actuales sistemas, pero, en teoría, con mejoras del mismo.
Túnez intenta construir una nueva institucionalidad, pero no tiene por qué implementar un sistema federal. Su realidad política, económica y geográfica no le sugiere o, más bien, no le hace imprescindible analizar la opción del federalismo.
En este contexto, Argelia y Marruecos (salvo Libia) deben apostar por la autonomía y, al respecto, será necesario revisar los programas de regionalización existentes y otros que podrían y/o deberían implementarse.
Un excelente sistema de autonomías, en el cual las regiones autónomas puedan tener un gobierno local fuerte e independiente, haría innecesaria una reforma hacia una distribución federal de los territorios.
Por eso, el asunto depende de lo que hagan los gobiernos centrales. Y si deciden jugar con fuego (mantener el status quo), las reivindicaciones seguramente cambiarán de tono. Especialmente en Cabilia.
Raimundo Gregoire Delaunoy
raimundo.gregoire@periodismointernacional.cl
@Ratopado
Fotografía: Raimundo Gregoire Delaunoy (tomada durante una manifestación en Rabat)