Sin duda que los cambios que han sacudido Medio Oriente han sido espectaculares. Pero, ¿qué viene ahora?, ¿Qué tan profundas son las raíces de estos movimientos?, ¿Es la democracia al estilo occidental el modelo a seguir?, ¿Obama podrá hacer reales avances en el proceso de paz entre palestinos e israelíes? Un grupo de expertos analiza las claves de este verdadero rompecabezas.
Los alzamientos populares que comenzaron tímidamente en Medio Oriente con la caída del presidente tunecino Zine El Abidine Ben Ali, a principios de año, han dado origen a cambios sin precedentes en la región, lo que ya se conoce como la “Primavera árabe”.
Uno a uno se han ido desencadenando los hechos que, hasta solo unos meses, parecían imposibles: la caída de Hosni Mubarak en Egipto después de tres décadas en el poder, el surgimiento de un movimiento rebelde libio que ha puesto en jaque a Muammar Gaddafi y las protestas que se han extendido por toda Siria.
Las demandas de una mayor apertura han surgido por doquier: Yemen, Bahréin, Marruecos, Jordania, Arabia Saudita… El denominador común es que todos estos movimientos han surgido de los propios ciudadanos, especialmente los jóvenes, quienes a través de las redes sociales han actuado como agente catalizador de un cambio del que ya no hay vuelta atrás.
Sin embargo, como advierte el experto de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres Arshin Adib-Moghaddam, “los levantamientos han creado una oportunidad, pero aún no hay un desenlace. Las fuerzas anti-democráticas se han reunido en torno a Arabia Saudita y las monarquías conservadoras del Golfo Pérsico, mientras que en Egipto y Túnez los militares continúan conteniendo las aspiraciones populares”. Los países tienen que enfrentar serios desafíos. Tal como expresa el académico de la Universidad de Texas Zoltan Barany, “Egipto aún sigue estando dominado por las fuerzas armadas, son dueñas de entre el 10 y 20 por ciento de la economía”, afirma; otra dificultad es la Hermandad Musulmana y su poderosa ala extremista.
En Siria, las protestas que comenzaron hace unos tres meses en ciudades como Daraa, Homs y Aleppo, y que llegaron rápidamente a Damasco, han sido reprimidas. La resistencia del pueblo ha llevado a su presidente a ofrecer una amnistía, pero probablemente las manifestaciones continuarán hasta lograr mayores libertades y una mejora en las condiciones de vida. En Yemen, el panorama no es muy alentador. “Es un Estado corrupto dominado por tribus y extremismo religioso”, dice Barany. La gran interrogante es Libia. Como afirma este mismo experto, “si Gaddafi deja o es removido del poder, la pregunta es quién lo va a reemplazar. Sus lugartenientes que le dieron la espalda o el extremismo religioso son las alternativas más probables”.
Pero las naciones árabes no están dispuestas a desaprovechar esta oportunidad única. “El proceso de democratización continuará, debido a que la gente está harta de la falta de libertades políticas, la persistencia de corrupción, las humillaciones y los malos resultados económicos”, afirma el analista político y columnista del diario Al-Ayyam Mohammad Yaghi, y agrega: “El tren de la democracia en Medio Oriente está en marcha, pero necesita tiempo para llegar a un destino”.
Son las propias sociedades árabes las que deben definir su camino, el que seguramente distará del modelo occidental. El propio Islam choca con algunos de los pilares básicos de la democracia instaurada en Occidente, como la separación entre la Iglesia y el Estado. Como explica la experta Laleh Khalili, también de la Universidad de Londres, los diferentes sistemas que adopten estos estados dependerán de factores tan diversos como sus propias constituciones y las características geopolíticas e internas de cada uno de ellos.
El rol de Estados Unidos
Ante los vertiginosos cambios que han sacudido Medio Oriente, el mundo occidental se ha volcado a apoyar el clamor popular. “La administración de Barack Obama entiende que algo sorprendente está sucediendo en la región y quiere construir alianzas con sus líderes”, afirma el académico de la Universidad de Indiana Abdulkader Sinno. De ahí el fuerte respaldo que entregó el presidente estadounidense en su discurso y el anuncio de ayudas económicas que muchos compararon con el plan Marshall para la reconstrucción de la Europa de postguerra.
Sin embargo, como recuerda Mohammad Yaghi, la administración Obama no tiene la misma política para todo Medio Oriente. “La política hacia Egipto no es la misma que para Bahréin. Los intereses estadounidenses le impiden apoyar la democracia en toda la región”. De hecho, una fuerte crítica que se le hizo a Obama tras su discurso es que no dijera ni una sola palabra sobre Arabia Saudita.
Lo que sí dijo, y ha causado gran controversia, es que se debe crear un Estado Palestino basado en las fronteras de 1967, lo que constituye un hecho histórico. Es la primera vez que un presidente estadounidense hace tal reconocimiento. Sin embargo, como opina el abogado palestino George Bisharat, “entrando en un año electoral, es poco probable que el presidente Obama pueda hacer frente a Israel en la medida necesaria para lograr cambios significativos”.
Como agrega el sociólogo y miembro del directorio de la Federación Palestina de Chile Daniel Jadue, “creo que Obama no podrá avanzar a menos que salga reelegido, pues ha puesto a todo el lobby sionista de EE.UU. en su contra y será casi imposible que gane su reelección. Por lo demás, durante su gobierno hemos visto que nada de aquello a lo que se comprometió ha sido materializado, pues quien gobierna no es el presidente sino más bien el pentágono. Obama no es más que la figura amable y rupturista que EE.UU. necesitaba para reinventarse después de la crisis”. Debe enfrentar una opinión pública interna que tradicionalmente ha sido pro israelí y un lobby judío poderoso, además debe lidiar con Benjamin Netanyahu, quien expresó no estar dispuesto a volver a las fronteras de 1967. El discurso que dio ante el Congreso de EE.UU, en el que más bien expuso sus numerosas condiciones para un acuerdo con los palestinos –como mantener varios de los asentamientos de Cisjordania dentro de sus fronteras y exigir al presidente palestino Mahmud Abbas que acabe su acuerdo con Hamas–, fue ovacionado por los congresistas, tanto republicanos como demócratas.
Como dice Adib-Moghaddam, “el ala derecha israelí está apostando al tiempo y a que llegue otro presidente neo-conservador a Washington. Pero creo que Obama hará el intento”. Aunque más allá de lo que el presidente de Estados Unidos y su gobierno pueda o no hacer, los expertos llaman a centrar las energías en las propias partes involucradas. Como finaliza Magnus Norell, académico asociado de The Washington Institute for Near East Policy, solo los palestinos e israelíes por sí mismos pueden lograr un acuerdo. “Ha sido una ilusión por mucho tiempo la creencia de que alguien más puede hacer la paz. Unas negociaciones directas y francas, nada más, pueden hacer que la paz sea posible”.
Nicole Saffie Guevara
Periodista y Magíster en Relaciones Internacionales