Ningún país está ahora del lado de Israel. Están solos contra el mundo. Están dañando su propia nación”, exclamó un diputado árabe en medio de una acalorada discusión en la Kneset o parlamento israelí, después del ataque del lunes 30 de mayo a la flota de barcos que llevaba ayuda humanitaria a Gaza.
En medio de la condena internacional, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu justificó el ataque apelando a que “el objetivo de la flotilla no consistía en transportar ayuda, sino en romper el bloqueo, y si eso se hubiera consentido, decenas y centenares de barcos cargados de armas habrían llegado a Gaza”, dijo en un discurso televisado. Agregó, además, que “levantar el bloqueo supondría convertir Gaza en una base de misiles iraníes que amenazarían a Israel y Europa”. Sus palabras fueron apoyadas por una mayoría israelí que se siente incomprendida por el mundo y rodeada por un ambiente hostil, donde su existencia está en juego en todo momento.
Esa idea es la que ha enfrascado a Israel en una batalla sin cuartel, respondiendo con una violencia sin medida ante la menor amenaza, siempre apelando a la defensa propia como justificación, pero olvidando uno de sus principios básicos: la proporcionalidad de la respuesta. El escritor israelí Amos Oz lo describe muy bien: “Durante dos mil años los judíos conocieron el poder de la fuerza exclusivamente en forma de azotes sobre sus espaldas. Desde hace varios decenios, también nosotros somos capaces de emplear la fuerza. Pero ese poder, una y otra vez, nos ha emborrachado”.
Así, borracho de poder, Israel ha optado por aplastar sus problemas con bulldozers, esconderlos tras un muro y aislarlos completamente. Pero esto no le permite vivir en paz, sino todo lo contrario. Porque entre más cercos y checkpoints que levanta en pos de su seguridad, alimenta más frustración y odio; y entre más prolongue el bloqueo a Gaza, lejos de debilitar a Hamas, más crecerá su fuerza.
Porque lo que logró Israel con este ataque, fue disminuir aún más el escaso apoyo que le va quedando. No sólo perdió uno de sus aliados clave en el mundo árabe como lo es Turquía, sino que la opinión pública ha ejercido una fuerte presión en sus respectivos países para que condenen la actuación israelí y se levante el bloqueo a Gaza lo antes posible. Pero aún más, este hecho hizo que el mundo entero volviera sus ojos al problema palestino, clamando por una pronta solución.
En otras palabras, la creación de un Estado palestino independiente y soberano. Hasta Estados Unidos, que ha sido tradicionalmente el socio incondicional de Israel, está consciente que este conflicto le ha significado un alto costo político en Medio Oriente que no puede seguir pagando por mucho tiempo más, especialmente considerando sus propios problemas en Irak, Irán y Afganistán. Pero quizá el mayor de los efectos, es que el mundo está dejando de ver a Israel como la víctima del conflicto. Simplemente, ya nadie le cree ese papel.
Nicole Saffie Guevara
Periodista y Magíster en Ciencias Políticas
Fotografía: Agencias