El pasado 28 de febrero de 2009 falleció Miguel Serrano Fernández, uno de los más grandes escritores chilenos de la última centuria. Desde muy temprano, sus obras y actividades estuvieron marcadas por una profunda y especial visión del mundo. Recuerdo haber leído con regocijo su libro «Ni por mar ni por tierra», que data de la década del cincuenta, en que utilizando un cita de Píndaro, sobre los eternos hielos, Serrano narra su viaje real e imaginario, pero desde ya iniciático, a aquel espacio por entonces desconocido y sobre el que ciertos países, incluido el nuestro, reclamaban y reclaman soberanía: la Antártica.
Sergio Cortés Beltrán | 27 de mayo, 2009
Desde esta temprana obra, Serrano mantuvo una constante, y yo diría, en ocasiones, obsesiva visión de las cosas. En sus quehaceres como escritor, periodista y diplomático siempre estas ideas estuvieron presentes costara lo que costara. Buen ejemplo de ello fue su adhesión al nazismo. Serrano nunca negó ser un convencido y ferviente partidario de dicha ideología política, pero en una vertiente esotérica, como la solía llamar. Aquella que ensalzando a la raza aria la vinculaba a la antigua India, los ritos nórdicos, los antiguos germanos, los cátaros, los caballeros templarios y estirando un poco el elástico-el comentario es mío- al pueblo araucano, es cosa de ver el libro «Raza Chilena» de Nicolás Palacios que marcó época en la primera mitad del siglo veinte en nuestro país y que influyó en Serrano.
Su militancia y adscripción al nacionalsocialismo le llevó a perder amistades, prestigio e incluso patrimonio familiar, producto de su inclusión en las llamadas listas negras elaboradas por el gobierno de Estados Unidos y que tenían por fin congelar los activos de empresas y personas ligadas a las potencias del Eje. No es mi intención exculpar a Miguel Serrano de su militancia en una ideología política tan repugnante y de tan nefasta memoria sino destacar el hecho de que asumió las consecuencias por dicha participación y se responsabilizó por ello, a pesar de que pudiese estar muy equivocado – como al tratar de negar la evidencia sobre holocausto y justificar lo injustificable-. Como bien lo indico el escritor español Javier Cercas en libro Soldados de Salamina es perfectamente posible ‘ser un gran escritor y un grandísimo hijo de putas’, ambas cosas no se excluyen. No es requisito para ser gran escritor ser buena persona y al hacer crítica literaria siempre es conveniente tener presente este importante y, las más de las veces, olvidado detalle.
Retomando nuestro tema, su trayectoria como escritor fue marcada, sin lugar a dudas, por la diplomacia. Sus misiones como embajador en la India, Austria y Yugoslavia al servicio de gobiernos tan disímiles como el de Carlos Ibáñez del Campo –que facilitó su ingreso al servicio exterior- , el de Jorge Alessandri y el de Eduardo Frei Montalva, le permitieron instalarse durante largos períodos en el extranjero y hacer amistades con personas que marcarían el resto de su vida, sólo por mencionar algunos y sin afán de ser exhaustivo: Jawarhalal Nehru, Indira Gandhi, Carl Gustav Jung, Herman Hesse y el Dalai Lama.
Miguel Serrano es quizás uno de los escritores chilenos que ha sabido mejor describir la naturaleza de nuestro país y explorar el insondable mundo de los sueños que cada hombre lleva dentro de sí. Hace ya mucho tiempo lo primero había sido destacado por Luis Oyarzún quien señaló que Serrano hizo aparecer en sus libros a la naturaleza no como algo inanimado e inerte, sino que como algo vivo, que posee su propio sentido y existencia. Esta capacidad para hacer trascender las cosas y sus permanentes búsquedas del fin último de las mismas transforman a Miguel Serrano en un grande, y si a ello agregamos que es capaz de tener una prosa limpia, clara y atractiva el logro es mucho mayor.
No existe otra forma de confirmar lo hasta aquí señalado que leyendo sus páginas, en especial recomiendo su libro «Memorias de Él y Yo» – los cuatro tomos son imperdibles y, tal vez, sin temor a exagerar las mejores memorias escritas en Chile-, «Las Visitas de la Reina de Saba», «El Círculo Hermético» y el ya mencionado «Ni por mar, ni por tierra».
Vale la pena recordar aquellas bellas palabras que el doctor Carl Gustav Jung hizo a Miguel Serrano a propósito de su libro «Las Visitas de la Reina de Saba» –al que calificó como un sueño dentro de otros sueños- :
“Si alguna vez usted tiene la suerte y el dolor, la gloria y el drama, de encontrarse con la Reina de Saba en este mundo, no cometa el error (el crimen, digamos) de casarse con ella, porque se destruirían ambos. La Reina de Saba es para el amor, no para el matrimonio (…) El Amor es un licor que hay que beber en un vaso de cognac, pequeño, y de un solo sorbo. Si usted pretende hacerlo en un vaso de cerveza, se envenena y muere…”
Thomas Mann decía que las citas son una forma de agradecimiento, de manera que para terminar esta despedida y para homenajearle hago una cita que resume sus pensamientos y búsquedas:
(…) no le interesaba lo que los seres humanos pudieran decir con palabras; le interesaba su silencio. “Hay gente que habla muy bien; pero, en cambio, tienen mal silencio. Y es el silencio lo que importa. La preparación para el gran silencio…”
No fue otra cosa lo que hizo Miguel Serrano en su vida: prepararse para el gran silencio y trascender por medio de un acto –la escritura- que no es más que dar sin recibir y sin esperar respuesta: amar a fin de cuentas.
Sergio Cortés
Abogado Universidad de Chile