El día 28 de abril del 2009, será un día para recordar entre algunos de los países de nuestra Sudamérica, y no porque haya sido un día en que la gripe porcina haya entrado oficialmente en la tierra de “los libertadores”, ni tampoco por algún otro discurso con características geopolíticas de Chávez, sino porque después de 74 años, los dos países con características mediterráneas en el subcontinente, Bolivia y Paraguay, solucionaron un contencioso limítrofe que derivaba de la confrontación bélica denominada “Guerra del Chaco”. No sólo buenas palabras o intenciones, ni tampoco gestos. Simplemente, voluntad, una palabra que es exigua en la clase política sudamericana.
¿Un producto del panorama político contingente?
Ciertamente, la respuesta si bien importa, es en realidad poco trascendente. No es necesario un análisis exhaustivo para visualizar las actuales afinidades políticas entre los dos países que solucionaron sus límites, y si los actuales mandatarios aprovecharon aquella coyuntura para solucionar un problema de varias décadas Lo realmente importante en este plano no es el “progresismo” que invade Sudamérica, sino saber aprovechar el momento de “cordialidad” entre varios países y pasar por alto las diferencias, fortaleciendo las similitudes. Y finalmente, actuar.
Lo anterior no significa que la base misma del instrumento jurídico en cuestión sea sólida, pero si se cae nuevamente en un conflicto, se posee un instrumento para validar diferentes mecanismos de solución pacifica de controversias. Pero incluso considerando lo anterior, y con una base netamente pragmática, la aceptación de la Memoria Final de demarcación del límite internacional entre Bolivia y Paraguay demuestra la capacidad, y que de a poco a comenzado a germinar en estas latitudes, de poder generar muestras concretas de voluntad política para superar problemas de variada índole.
No obstante la anterior panacea jurídica, caldo de cultivo en las aspiraciones reduccionistas de integración y solución de problemas en la región, no es más que letra sobre un papel, si no se posee la voluntad de hacerla efectiva. Es cierto, la voluntad de aunar coincidencias y puntos de vistas distintos primó por sobre la visión Estado-céntrica rígida en este caso. Pero aquello tampoco significa dejar a un lado y olvidar los orígenes mismos de las controversias, así como tampoco las implicancias que puede causar un instrumento político-jurídico en las futuras generaciones. El pragmatismo es bueno en estos casos, pero también debe estar presente en un importante porcentaje una visión en el largo plazo.
¿Y cuáles fueron las causas de la anterior guerra? No se puede responder a la anterior interrogante en un par de líneas, pero las clases gobernantes tanto de Bolivia y Paraguay, incluso en este punto, se pusieron de acuerdo, un discurso muy cargado a la vez de un sentimiento ideológico propio del sector político en común. En este plano el Presidente Morales señalaba que “la guerra…no fue provocada por sus pueblos, sino impulsada por las transnacionales para controlar los recursos naturales”. Y añadía la Presidenta Fernández que la Guerra de Chaco “tuvo olor a petróleo” y “llevó agua a los molinos que no estaban precisamente en América del Sur”. Sin mellar en los sentimentalismos propios de la ceremonia de aceptación de la Memoria, basta mencionar el proceso cíclico de la historia, y que hoy en día son los Estados mismos que, a través de empresas transnacionales, extienden sus influencias y posesiones en el mundo de los recursos naturales no renovables. Hecho a considerar hoy, y siempre.
Voluntad y acción, no palabras ni gestos
Es muy frecuente en nuestra región recurrir a reuniones, encuentros o citas para “comenzar a construir”, o bien simplemente delinear algunas directrices sobre algún tema que se “pudiere concretar”. A grandes rasgos, simplemente especulación o palabras rimbombantes que se las lleva el viento o mueren aplastadas por la triste miopía visionaria de las clases dirigentes. De hecho, la política en general se puede articular en gran parte a través de simples gestos o alocuciones realizadas en discursos. Pero una cosa es una mención sutil, a concretar de hecho una actividad relevante, y con el peso añadido de ser conjunta entre Estados.
Sudamérica ha vivido en gran parte de gestos políticos de menor magnitud a lo largo de su historia, al tiempo que cosecha la intrascendencia de los mismos. Sin embargo durante estos últimos años, se ha comenzado a fraguar una nueva forma de hacer las cosas en política bi y multilateral. Es característico (y normal) el uso de un léxico frondoso para definir algunos postulados, sin dejar de lado el uso propio que le dan diferentes sectores de espectro político-ideológico en Sudamérica, pero pese a esa forma de abordar las necesidades, hoy por hoy las cosas se hacen. Está, a diferencia de años atrás, la voluntad de realizar las cosas articuladas a través de gestos y discursos, lo cual de por sí es un importante avance en materias de decisión conjunta.
Pero a pesar de lo anterior, dicha mancomunión de voluntades solamente puede observar a través de un solo ojo, el de la acción misma. Ahora falta generar la visión, metafóricamente hablando, en el ojo del largo plazo, con sólidas bases institucionales, situación que sólo puede resolverse mediante reformas estatales amplias, tanto a nivel transversal como horizontal en el aparataje público de los países en cuestión. Por lo tanto, si bien se aplaude la capacidad de los gobiernos de generar puntos de cohesión en materias de política exterior, no debe dejarse de lado la verdadera debilidad de nuestra región: la inoperancia de las instituciones que, después de largos y múltiples gestos, pudieron cultivarse. Ahora las interrogantes son, ¿cómo las hacemos germinar? y ¿cómo hacemos que crezcan derechas?
Con el gesto entre Bolivia y Paraguay se sembró una semilla. Ahora hay que esperar que la tierra en que se plantó sea fértil y capaz de dar buenos frutos, en este árbol de varios frutos agridulces y hojas caducas llamado Sudamérica.
Lester Cabrera
Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas